En palabras de Laia Shamirian, ganadora de la I Beca Emilia Pardo Bazán de literatura gastronómica

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«Mi más sincero agradecimiento a la editorial malagueña Col&Col por atreverse a conjurar gastronomía y letras en un paraje tan penetrante como Galicia».

Era una tarde de neblina, como la mayoría de tardes en Porciles de Salas, Asturias. Yo me encontraba descansando en la sala de estar del albergue de Fontenonaya del Camino Primitivo, donde había llegado hacía unos días como hospitalera. 

Allí, a medio camino entre buscar respuestas y ayudar a otros a que las encontrasen di con un tweet de una de esas personas que vale la pena escuchar siempre, Lakshmi Aguirre. Compartía en la red social una iniciativa puntera en España de la mano de la Editorial Col&Col con sede en Málaga. 

La editorial de línea gastronómica con algunas joyas como Un hogar en la cocina, historias y recetas de Molly Wizenberg presentaba nada más y nada menos, que la primera Beca en Residencia de Literatura Gastronómica Emilia Pardo Bazán.

El objetivo de su creación era, y es, impulsar un tipo de literatura, desconocida para muchos, y admirada por otros tantos. Una forma de transmitir y retratar a partir del hambre, de la piel de una naranja o de las vertientes de la hospitalidad en la mesa.

Para lograrlo, la beca otorgaba un mes de residencia con manutención incluida en la Residencia 1863 de Yolanda Castaño en A Coruña. Un mes dedicado a escribir, a pasear junto el oleaje del Atlántico, a comer empanadas, pan gallego, orellas filloas, a tomar el café de pota y a beber el vino en taza.  

Mientras leía las condiciones escuchaba a Nicolás, el propietario del albergue en que me encontraba, rumiando en voz alta: “esta noche creo que haré la sopa con un poco de curry y ensalada de legumbres, sí, eso haré y para mañana, mira, me queda algo de caldo de pollo todavía congelado”. Esas meditaciones culinarias eran la costumbre en una casa donde cada noche llegaban dos, cuatro o diez peregrinos en busca de una ducha reconfortante y un plato caliente.

Mientras Nicolás, movía olla arriba y olla abajo preparando la siguiente cena de peregrinos tuve claro cuál sería mi propuesta. Envíe a la Editorial Col&Col mi solicitud de Beca con un proyecto literario basado en Las Cenas de Peregrinos: 

“El proyecto que propongo es una crónica gastronómica, que consiga sentar al lector en la alargada mesa de peregrinos de estos albergues. Una puerta abierta a esas cenas, preparadas con esmero por el hospitalero, donde ancianos y jóvenes comparten hogazas de pan, donde lutos esperanzas se encuentran en el reflejo de las copas de vino, donde se comparte mucho más que una cena”.

Así lo hice y un par de meses más tarde escribí a Nicolás: ¿Recuerdas aquel día, que te dije desde el sofá, ya sé que idea presentaré para la Beca Emilia Pardo Bazán? Bien, ¡pues me la han concedido!

Con estas palabras daba inicio una estancia de un mes en la que tuvieron lugar encuentros con poetasescritoras,cafés con gastrónomos, charlas en librerías e incluso teatro música. Concretamente, fue frente a una tortilla con zamburiñas donde Yolanda Castaño me inspiró con su energía, su pasión por la poesía y su empeño en crear espacios dónde compartirla. El café con un pincho de tortilla, a mi modo de ver, el mejor de la ciudad, fue el escenario en el que dos experimentados gastrónomos como Jorge Guitan y Anna Mayer me recordaron que los días en los que la escritura se presenta lenta también están permitidos. La visita a la Casa Museo de Emilia Pardo Bazán dirigida por Xulia Santiso resultó en una inyección de fuerza indomable, de autoridad y de puño en la mesa, recordando el derecho a tener un escritorio propio. Una pena pensar que por circunstancias ajenas a la propia Casa pueda perderse la posibilidad de visitarla.

La cena imprevista con Piedad Bonnett, poeta y dramaturga colombiana, participante del ciclo de poesía de Poetas Di(n)versos, coronaban de sensibilidad un mes de bruma y oleaje. Para colmo, acompañaron a esas coincidencias la visita al Teatro Rosalía de Castro y a la Orquesta Sinfónica de Galicia.

Además, la Residencia se encuentra a un viaje en autobús de Betanzos y su increíble abanderado Ángel Arcay, autor de Las 1001 recetas del Palacete de las Mendoza. Una ocasión excepcional para adentrarse en el cruce de verdad y excentricidad del Parque del Pasatiempo, y degustar de primera mano la tortilla de Betanzos.

Mucho más cerca, a tan sólo unos metros se encuentra la librería Berbiriana. En ella culminaba mi estancia llevando a cabo una charla acerca de literatura gastronómica, que también fue acogida por el club de lectura de clásicos de la Biblioteca de Castrillón.

La Beca de Residencia de Emilia Pardo Bazán de la Editorial Col&Col es, en cualquier caso, para escritores y gastrónomos, gastrónomos y escritores, una fortuna difícil de comparar y describir. Una coyuntura entre platos y palabras envuelta por la fuerza del oleaje atlántico y la delicadeza de quienes aprecian el arte y la literatura. 

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