Acercad bien el oído a este plato porque es posible que resida en él alguien muy pequeño: pachín, pachín, pachín, refugiado en una cabaña de canela, abandonado de su familia. Y una noche, después de una cena de garbanzos, os llamen a la puerta de casa y sean los padres desesperados con pancartas que recen: “respeta a los inmaduros, yo también soy Garbancito”. Y tengas de repente una cena debate patética. Están muy buenos, pero ¿eres capaz de aguantarlo?
Juanjo nos hizo este plato para acompañar el cuscús de verduras pero, si no tienes tiempo de preparar toda la parafernalia, puedes utilizarlo para acompañar solo la sémola y tendrás un plato único. Cuando lo pruebes entenderás la moda del maridaje que, si no nos ponemos intensos, solo es la “unión, analogía o conformidad con que algunas cosas se enlazan o corresponden entre sí”… vamos, que lo que venimos haciendo toda la vida en la cocina probando de la cuchara. Qué palabra más prescindible maridaje.
1. Poner el aceite en una cazuela y añadir la cebolla cortada en juliana, la 1/2 cucharadita de sal y las 5 cucharadas de azúcar. Poner al fuego y remover bien para que el azúcar se integre con la cebolla y se disuelva.
2. Esperar unos minutos a que la mezcla de cebolla y azúcar suelte líquido de la cocción. Añadir los garbanzos enjuagados y escurridos, el palo grande de canela partido, las 2 cucharadas de canela molida, 4 cazos del agua de cocción del cous-cous y 3 cazos más de agua. Mezclar bien, tapar y llevar a hervir a fuego medio.
3. Después de hervir unos minutos, bajar el fuego y esperar a que se vaya reduciendo todo el líquido para que nos quede una especie de almíbar con la cebolla y los garbanzos.
4. Cuando el líquido ya apenas cubra los garbanzos incorporar los 200 gr. de pasas y remover bien para mezclar. Seguir cociendo sin cubrir hasta que termine de perder todo el caldo.
La domesticación del garbanzo como cultivo para consumo humano se remonta a 7500 años atrás