Según la tradición, quien encontrara la moneda en su pedazo de tarta tendría suerte todo el año. Me recuerda a la moneda de Caronte, el barquero del Hades, el que guiaba a las almas por el río y cobraba un óbolo por el viaje: pagar hasta para morir (por eso se ponía una moneda en los ojos de los cadáveres). También me recuerda a la canción “al pasar la barca me dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero”; es decir, que si morías, pagabas y si eras feúna, pagabas también. ¿Quién quiere un barquero en su vida? Mucho mejor que la moneda será siempre el pedazo más grande de pastel y, luego, si eso, nos miramos al espejo. Fea o no, la suerte se acompasa mejor con la barriga llena. Chao, barquero.
1. Disponer la mantequilla y el azúcar en un recipiente y batir con una batidora de varillas durante 10 minutos hasta obtener una mezcla ligera y esponjosa.
2. Añadir los huevos uno a uno, montándolos con la batidora durante 2-3 minutos cada uno. Incorporar las semillas de la vaina de vainilla, una pizca de nuez moscada y la ralladura de las naranjas y batir durante 1 minuto más. Agregar la leche revolviendo con una espátula.
3. Incorporar la harina tamizada, con la levadura y una pizca de sal a la mezcla, removiendo suavemente con movimientos envolventes.
4. Engrasar el molde y cubrir con una hoja de papel de hornear; verter la mitad de la mezcla y colocar 1 moneda bien lavada encima. Verter el resto de la mezcla y nivelar.
5. Hornear en horno precalentado a 180 °C durante 1 hora o hasta que esté bien cocido. Una vez frío, decorar con azúcar glas y servir.