¿Qué sucede si presentas a un elegante vaso de leche un descarado yogur fermentado? Pues que se montan una juerga, una bacanal de bacterias que, en pleno calor, se chupan las lactosas; se ponen duras y exhaustas, como sacerdotisas romanas, se coagulan perdidamente. Son vestales con el blanco siempre encendido, son bacterias semidiosas, son la leche y son eternas.
Los yogures forman parte de uno de esos tres estados de los alimentos que el antropólogo Lévi-Strauss llamaba podrido (los otros dos eran crudo y cocido), como los quesos o los vinos, donde las bacterias intervienen para hacer todo el trabajo. Era una forma de conservar la leche lo que nos demuestra que la cocina es un invento muy intelectual y elaborado. Se habla de un origen mesopotámico, como la primera ciudad, como la escritura, como la cultura entera. Hay mucho mundo en el yogur.
1. Calentar un poco la leche (menos de 50º, no queremos que muera ninguna bacteria en el proceso y que se acabe la juerga).
2. Añadir el yogur (y la leche en polvo). Remover, eso les gusta bastante.
3. Pasar a los botes y añadir mermelada/cereales/azúcar. Los botes deben quedar herméticamente cerrados.
4. Precalentar el horno a 50º, introducir los botes y dejar dentro durante 10 horas. Transcurrido ese tiempo ya se pueden pasar al frigorífico. Si no quieres meterlos en el horno prueba a taparlos con una manta (funciona) También hay quien dice que se pueden meter en el lavavajillas a 45 grados y dejarlos allí toda la noche.
Consejos
· Se le puede añadir mermeladas/azúcares/extractos/cereales y si quieres añadir fruta fresca, mejor hacerlo antes de tomarlo. También te animamos a inventar y a que luego nos lo cuentes.
· De tu yogur pueden salir nueve generaciones. Claro, con tanta juerga…
· Se conservan hasta 8 días en el frigorífico.
· ¡Queremos probar a hacerlos con leche de cabra!